domingo, 25 de octubre de 2009

Café con hielo

Se acercó al alféizar de la ventana acurrucándose en su enorme chaqueta de lana, se peinó imaginando sus dedos como púas del peine y se hizo su larga y graciosa trenza siempre a la derecha, miró el reloj, marcaban las siete menos dos minutos, no le gustaba madrugar pero hoy no le importaba; alcanzó del sillón de terciopelo apoyado en la esquina de aquellas cuatro paredes blancas su camiseta, olía aún a las sensaciones de anoche, y puso empeño en limpiar los cristales cubiertos de aquella neblina típica; en su taza de café hirviendo se reflejaba aún su silueta, dormía, el mundo aún giraba como el último parpadeo de anoche, entre copas de ginebra y sus brazos rodeándole. Decidió dar un sorbo, le recorrió un escalofrío, ahora lo entendía, aquello que veía no era más que
La Torre Eiffel en blanco, el amor a menos diez grados.
No era mas que enero.

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