martes, 18 de mayo de 2010

Difusión



Las manillas del reloj no cesaban, tic-tac, el más mínimo ruido parecía una explosión en mi mente; el calor era sofocante, no podía ver más allá de mi brazo extendido, lo demás era abstracción, cuerpos deformes tras las arrugas del mapa de la vista; las sábanas y mi piel estaban cosidas, me retenía algo y quería que las culpables fueran esas sábanas a las que estaba atada, pero tanto ellas como yo sabíamos que el impedimento era mayor, tan grande que ni en mi subconsciente cabía, llegaba a desconcertarme, me asustaba, huía dentro de mi cada vez que lo buscaba; la efervescencia de aquella pastilla subía por los escurridizos bordes del vaso de cristal, cada trago era una puñalada en la garganta, hervía, notaba como el vaho de éste subía hasta llegar y ahogarme, incluso ese humo me invadía y podía conmigo...

Indistinción entre lo natural y lo sobrenatural