sábado, 30 de enero de 2010




Infinitos colores, imágenes, sentimientos, recuerdos. Infinitos atardeceres.

(foto: El Berro)

domingo, 3 de enero de 2010

Algo de la vida.

Tenía miedo a abrir la puerta, no por las paredes color ocre que encerraban el rellano, ni por su vecino de en frente, tampoco por la portera del bajo, y menos aún por el gato que la acompañaba siempre. Le atemorizaba un 'algo' que no era más que la vida.


Vida que pintan de abstracta siendo, en realidad, material. Eso era. Le aterrorizaba sin saber ella la razón aunque yo sí que lo sabía. Me contaba sus miedos mientras sus lágrimas cristalizaban, y yo, impotente ante tal situación, soñaba e imaginaba despierta. Yo, frente a frente con el techo de mi habitación, sentía que me oprimía poco a poco hasta que uno de mis pequeños mundos salió a flote cuando el barco ya estaba casi hundido; era mi particular espacio, en el que rondan las ideas, donde se esconden aquellas que mis sentidos casi nunca son capaces de alcanzar, de donde aparecen aquellas que te salvan en el límite, y que casualmente surgían en el momento menos imaginado y más oportuno.


Es así como me dí cuenta de que la vida no es sustantivo, podríamos considerarlo un adjetivo, el máximo, el que engloba al resto o al que quedan subordinados todos y cada uno de ellos. Pues quien no siente las cosas no vive, y quien las vive es porque antes las ha sentido.

Un día menos.